viernes, 9 de octubre de 2015

No.

Decidimos dejarlo todo de lado. Prometimos dar lo mejor de cada uno, otra vez. Esa es la promesa implícita al inicio de algo así, como lo que tuvimos. Pasado ya el tiempo, el destino quiso que no nos alejáramos como debió haber sido. Ahí estamos, viéndonos fijamente sin cruzar palabras; observando nuestro pasado en segundos, recordando lo que nos hizo estar en la cima, aborreciendo lo que nos hizo caer en un abismo profundo. En un instante, sin darme cuenta, estamos discutiendo ¿De nuevo? No tiene sentido.

Te he extrañado todo éste tiempo, pero también aprendí a estar sin ti. No me gusta tenerte lejos, no tengo palabras para describir la inseguridad de estar contigo de nuevo. No sé qué me pasó. Aún hay algo quemándose en mi, esperando ser controlado. Tal vez no estoy seguro de querer estar contigo, pero tampoco de estar sin ti. Qué egoístas solemos ser. Lo soy, sin darme cuenta.

No sé quien soy, no me reconozco. La decisión es mía y así lo acordamos los dos. No estoy haciendo lo suficiente y pido perdón. Me encuentro librando una batalla entre el ser y el deber ser; la indecisión no me deja avanzar. No me siento preparado para darte una respuesta clara y sé perfectamente que el tiempo pasa y no se detiene, la carga se incrementa. Pero sólo en ciertos momentos es cuando realmente te necesito y la razón no la conozco. Te pienso a diario y muero por saber como estás, que me cuentes todo, sólo eso. Extraño tenerte aquí conmigo pero pienso que el daño que nos hicimos, es el mismo que no me deja avanzar.

Seamos sinceros, ¿qué esperamos el uno del otro? No hemos cambiado, por eso seguimos discutiendo a pesar de la promesa que hicimos. No encuentro respuesta. Ni miento al decir que intento esforzarme, pero... Siempre hay un pero. Dos años pasaron, momentos sublimes y otros muy amargos. ¿De verdad estamos intentando cambiar?

miércoles, 22 de julio de 2015

We were lovers, now we can't be friends.

Al día de hoy sigo pensando en cada una de las etapas con las que todo se esfumó. Aquella primera vez que quebró en mil pedazos, pudimos recuperar la mayor parte de los pedazos. Sabíamos los dos que sería más frágil y que se podrían perder más partes, no importó. Pasó el tiempo, efímero como suele ser. La distancia era mayor, las conversaciones vacías, el sentimiento frío. Culpemos al destino de nuestras malas decisiones, cobardes. Inventemos mil pretextos para darlo así, incómodos. Seamos las peores personas, orgullosos. No ha sido corto el tiempo desde aquel día, el mismo que una estación del año.

No miento, aún te tengo aquí, aún te siento cerca mío. Sabíamos perfectamente que el amor puede ser efímero sino se cuida de él. Hay días que quisiera platicar con alguien, no le encuentro; no confío en nadie más. Quisiera salir corriendo a encontrarte, qué iluso. He esperado, más de lo que debería, a que haya una señal de aliento. Sé que debí haberte dejado ir, pero me aferro cual estúpido porque aún creo que eramos especiales, envidiados, perfectos. Juro que no hay día que extrañe y anhele aquellos días, en los que solíamos ser felices. Me haces falta.

Todos me dicen que puedo estar sin tu presencia, que debo ser feliz. Lo intento. Miento a todos y a mi al ser fuerte, haciendo como que ya pasó y que sólo ha sido un mal rato. No soy tan bueno aparentando, me dí cuenta muy tarde. En este punto, no siento, no sé que hacer. Me gusta pensar que sólo es la nostalgia pasajera que hace de las suyas en los más débiles, no sé.

Pasan los días y veo cada vez más lejos tu regreso, ya hay alguien más que ocupa de tu amor; por favor, dile que te haga feliz. Que nunca borre esa sonrisa sincera y cuide de ti, cada noche.

miércoles, 20 de mayo de 2015

Interrogantes.

Iba sin rumbo fijo, llovía y el reloj no paraba de caminar hacia la noche eterna de un miércoles de mayo. Las horas transcurren eternamente al destino del tiempo muerto. Sin salida, me encuentro entre miles de minutos que no me dejan en paz. Busco un rayo de luz que me de esperanza alguna, pero solo puedo apreciar mi sombra que está perdida. Desde dentro suena una voz que pregunta si te extraño, parece que no se detiene nunca. No sé responder adecuadamente, un grito ahogado en pensamientos de suma tristeza, invade mi ser. Trato de razonar si encontrar una respuesta que satisfaga todos los deseos de ir a buscarte. Todo este amor ¿dónde se ha ido? Sé perfectamente donde está, no le quiero encontrar.

Vuelven a interrogarme con preguntas que siempre quiero evitar. Por más que me esfuerce, cedo antes tal fuerza que me carcome. No sé, he respondido sin pensar. Extrañarte implica más que la palabra y un solo sentimiento. Si hacerlo es anhelar verte sonreír al decirte lo mucho que me importas, lo acepto, te extraño. No responde completamente, voy hacia lo más profundo de mi pensamiento. Si extrañarte también es sentir tu alma junto a la mía en los momentos más difíciles por las lejos que estemos, soy culpable. Pido salir del profundo agujero pero me dicen que aún no estoy listo. ¿Cuándo y quién decidió por mi? Hace mucho, parece.

No quiero pensar más, no podré con esto. Lo intento. Si recuerdo cada detalle de la noche en que hicimos que esto naciera como el sentimiento perfecto para los demás; sí, te extraño. Continúo, gritando toda verdad que de mi emana. Quisiera ser aquel que te cuide de tus peores miedos. Daría lo que fuera por verte triunfar. Extraño amanecer a tu lado después de una velada con las estrellas a la orilla de la ciudad. Me hace falta tu hombro en mis peores momentos. Necesito de la confianza que sólo en ti encuentro. Anhelo estar contigo. ¡CARAJO! ¡TE EXTRAÑO!

Adopto una posición fetal al tiempo que repito la la frase: te extraño. La escucho cada vez menos. Duermo y puedo observar mi cuerpo que apenas le roza un rayo de luz, tirita de frío repitiendo lo mismo. Debo estar así hasta que tenga la suficiente fortaleza para vencer todo aquello que me hace mal. Hasta ese momento, quedaré ahí luchando para no estancarme.

Despierto. Todo fue un mal sueño, una pesadilla de la que no he despertado realmente.

miércoles, 29 de abril de 2015

Mil formas.

Las flores se han marchitado y caído con la lluvia que siempre llega sin avisar. Las aves se refugian de lo que pinta para ser una gran tormenta. Las gotas caen poco a poco, sigilosamente. Sin importar su destino, la tarea que llevan consigo es hacer que la persona que tenga la fortuna de ser tocada por una de ellas, mire al cielo y se haga la misma pregunta: ¿Por qué hoy? Porque las peores y mejores cosas siempre son así: inoportunas. Así como te alegra ver un día completamente soleado, las nubes grises acompañará tu triste mirada.

El ritmo de tu andar, encaja perfecto con la situación. Detenerte, no hará que la tempestad pare, hay que buscar un lugar donde aguardar que pase a menos que tengas el valor de caminar a su lado hasta un lugar donde ya no exista, un lugar donde seas libre. Para que eso pase, tus pasos deben se constantes, tratando de no caminar en la dirección contraria. Podrás escuchar el crujir de alguna hoja que ha quedado seca. Mirarás el curso natural que toma el agua al acumularse en algún sendero. Después de tanto caminar, te será cómodo estar de esa forma, te habrás acostumbrado en ese punto a la imagen tuya destrozada, de pie. Contemplarás la belleza del fenómeno, hay seres así. Es algo pesado a lo que tienes que hacer frente porque no será la última vez. El tiempo es tan lento como quieras que transcurra, además de que puedes quedarte atrapado en cualquier etapa. Infortunio, ya te has visto ahí tratando de no darte cuenta que ha sido de esa manera.

Cualquier cosa te hace recordar que algo similar dejaste atrás, te hará querer regresar para rescatarlo. Pero dime si estás realmente dispuesto a volver por algo que sólo tiene pintura en su exterior. Somos ciegos por convicción, no por naturaleza. La capacidad tiene que ser desarrollada a lo largo de varios eventos. Para avanzar, se tiene que dejar algo atrás.

Me duele dejarte.